El puzle de la salud

Digamos que conoce los entresijos del sistema neurovegetativo y que, además, como hizo el hombre a lo largo de la historia, aprendió de la naturaleza para copiarla y mejorar. Con este binomio, el creador del Nuevo Sistema Craneal, Francisco Lucena, pone la tierra en barbecho -como el agricultor- se deshace de espinos y maleza, y le devuelve al organismo su capacidad de luchar y restablecer su salud.

Dicho en otras palabras, lo que antecede no es más que la explicación simplificada de un proceso de curación, preñado de argumentos biológicos y empíricos, que muestra por qué la Nuevo Sistema Craneal es capaz de sanar:

 

Nuestra "caja negra"

“Cuando el consultante viene, te cuenta” –dice Lucena-, “o es el test muscular que le hacemos el que te muestra lo que hay grabado en esa especie de archivo que es el sistema neurovegetativo. A través de esta técnica el NSC nos permite localizar las cicatrices que no hemos sanado del todo y acceder a ellas –tanto sin son físicas como emocionales- partiendo del principio de que la mente olvida, pero el sistema neurovegetativo no. Este es como la caja negra de un avión que graba todo lo que hemos vivido. Nosotros aprendemos a leer eso a través de los síntomas”.

Partiendo del principio holístico de que toda enfermedad refleja un origen emocional, Curro Lucena sostiene que “éste daño emocional no desaparece, se integra, se ordena. Es como un puzzle con una pieza perdida que se encuentra y se recoloca en su lugar, integrándolo”.

Y así como el agricultor prepara el terreno antes de plantar, el Nuevo Sistema Craneal imita a la naturaleza y hace lo mismo con el doliente, intentando equilibrar su naturaleza interviniendo en esos puntos que todos tenemos para restablecer la salud.

Equilibrar el terreno

Por eso el viejo axioma naturópata, que reconoce al organismo con capacidad de sanarse a sí mismo, y al terapeuta como la herramienta que interviene en el sujeto con su saber, se ratifica una vez más cuando Lucena aclara la finalidad de sus técnicas: “dejar el terreno los más fino posible para que nuestro cuerpo pueda luchar contra los agentes externos ya que el objetivo de un médico integrativo o de un terapeuta natural tiene que ser en primer lugar conseguir el equilibrio”.

Y para llegar a ese puerto, el terapeuta malagueño, con casi tres décadas de experiencia a sus espaldas, se vale de agujas (acupuntura), luz (láser y, o cromoterapia) y patrón natal, este último para hacer una valoración:

El patrón natal

“La fecha de nacimiento de cada persona -lo que llamamos ‘patrón natal’-, revela aspectos que la diferencian del resto. Y eso afecta no sólo el carácter sino  el órgano, ya que según la medicina tradicional china el primero fundamenta al segundo. Este hecho la predispone a tener determinadas experiencias en el contexto de la salud”.

 

De la misma forma que el agricultor sabe según las fases de la luna la mejor fecha para plantar la cosecha, el patrón natal arroja conocimiento sobre cómo somos, nuestras tendencias y predisposiciones, para saber con qué bueyes hemos de arar. Un fundamento que Curro Lucena parece rescatar del aforismo helénico, “conócete a ti mismo” -grabado a la entrada del templo de Apolo, en Delfos-, atribuido a distintos filósofos de la antigüedad.

El ombligo, la primera cicatriz

Luego llegarán la luz y las agujas de acupuntura: “La luz ordena la membrana celular por ser un estímulo biológico que bioregula las células. Cuando llega al cerebro, al fijar la mirada en ella dispara los mecanismos de bioregulación del sistema maestro del organismo. Con las agujas de acupuntura, además de usar los canales energéticos o meridianos, intervenimos en toda la malla bioeléctrica que nos configura”.

El tercer elemento de la triada, la cromoterapia, con sus dos funciones ayuda de un lado a despegarse del sufrimiento -en ese simbolismo que entraña elevar la mirada- y de otro a regular el sistema nervioso neurovegetativo gracias al estímulo fotolumínico. Un estímulo que también desbloquea el cortocircuito que representan las cicatrices, y que no son más que un tejido mal ‘cosido’, a falta de una unión eléctrica total.

Todo ello explica, de forma elocuente, la importancia que para muchas personas tiene la primera cicatriz tras el nacimiento -el ombligo- un punto que no se deja tocar y que remite a un conflicto con la madre que tanto el láser como la luz pueden desbloquear.

Visto todo lo cual, el Nuevo Sistema Craneal se nos revela como un camino diferente para acceder a esa instancia misteriosa que Freud bautizó como inconsciente, sólo que (con permiso del psicoanálisis), ancla su saber en el manejo de mecanismos biológicos por los que también se puede transitar.

Elena Vergara

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